La salud emocional está estrechamente relacionada con nuestra salud física.
Poder estar bien en ambos aspectos, implica lograr un equilibrio entre las situaciones exteriores y en el cómo las interpretamos y manejamos.
Es decir, lograr un correcto funcionamiento, equilibrio y armonía.
Vivimos un momento en el que el estrés se ha convertido en parte de nuestra vida, el ritmo acelerado, aunado a las exigencias -propias y sociales- de ser mujeres multitarea.
Es entonces cuando te das cuenta que llevas días cansada, con horarios de comida y sueño fuera de ritmo. Probablemente irritable, estresada, asustada o nerviosa.
Cuando de manera repetida vivimos experiencias que nos mantienen físicamente en alerta, el sistema inmune se debilita, se disminuyen nuestras defensas y es en este momento cuando nos sentimos agripadas o con problemas gástricos.
Es decir, nuestras emociones y nuestro organismo al no encontrar un equilibrio, se manifiestan en enfermedad.
Este es un buen momento para detenerte a pensar si tus acciones están desarrollando patrones en los que tu cuerpo se está sobre exponiendo. Elegir de aquellas cosas pendientes (que tenemos que hacer),las que podemos priorizar, delegar o incluso eliminar las que no aportan valor.
Abraham Maslow, en su obra Una teoría sobre la motivación (1943) clasificó las necesidades humanas.
La idea es que para entender las necesidades superiores hay que tener satisfechas las básicas:
- Necesidades fisiológicas (respiración, alimentación, descanso, sexo),
- seguridad (seguridad física, de empleo, de salud, familiar, de vivienda),
- afiliación o relaciones sociales (amigos, familia, pareja, afecto, amor),
- Reconocimiento (éxito, autoreconocimiento, confianza, respeto, poder) y
- Autorealización (creatividad, trascendencia).
De acuerdo a esto, una persona emocionalmente sana, es aquella que logra relacionarse de manera armónica consigo misma y con quienes le rodean, es decir, con aquellos con quienes se vincula.
=Lectura recomendada: La música y su importancia en las emociones=
No es aquello que nos ocurre, sino nuestra capacidad de respuesta lo que hace la diferencia.
La salud emocional por tanto, implica poder identificar a tiempo el desequilibrio que nos causa determinada situación o emoción para poder responder de manera proactiva ante esta.
De manera que no sea el evento el que determine, sino nuestra respuesta lo que nos permita mantenernos emocionalmente saludables.
Todos, en cualquier momento, podemos aprender a fortalecer nuestra salud emocional.
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